Polaroid

Esto es un viaje cuántico de realidades paralelas, de adentrarse en lo más básico de uno mismo, un viaje del tiempo que revela lo que alguna vez fue una semilla y que co existe en su forma actual con el yo. Habían otros poemas y otros escritores pero algo de este me agarró desde la primera palabra. Usualmente puedo musicalizar o traducir sonoramente la palabra a música mucho mejor si vibro con ella, es algo como amor a primera vista, algo te atrae y no sabes qué. Esa exploración del misterio de lo que te llama, lo que te capta la atención es justamente una razón para crecer y expandirse. Esta poesía de Allan Mills leída por Frida Stubbe cuenta un viaje místico de un infinito para adentro como para afuera. Cuando empecé a componer me imagine un rayo de luz, por eso comencé con un crescendo en las trompas, clarinete y fagot. Después de este primer sonido entra el chelo en un registro grave estableciendo el tema, melodía que sugiere lo que viene, un viaje desde y hacia las profundidades del ser. Travesía a los adentros invisibles, al ser sin tiempo que habita en el cuerpo. Se va creando una atmósfera de contemplación cuando cada instrumento repite la linea melódica hasta llegar al rompimiento de la foto. Aquí empieza un travesía hacia dentro, un microscopio ambulante que va descubriendo otros sistemas, otras dimensiones del cuerpo. Cuando lo estaba escribiendo me imaginaba entrar por un agujero negro, masa gravitacional tan potente que ni la luz se salva de ser succionada por él. Esa desintegración de la foto se va estableciendo con los violines y el chelo en trémolos y glisandos seguido por trompa y clarinete que empiezan a hacer sentir la danza planetaria. Aquí el conjunto se vuelve un remolino, sonidos repetitivos que van creando un trance y una velocidad. El crescendo te acomoda a la llegada a las profundidades, a la partícula, al quark, a la base de toda materia. Ya aquí llegamos a los adentros, al presente absoluto, tan así, que se puede sentir cada poro de la piel. Es la sensibilidad más pura que se puede experimentar, es el no tiempo, la conciencia de ser y de existir, la nada y el todo. En otras palabras, sendo viaje.

Este poema me recordó que somos mas que carne, que hay dimensiones desconocidas que co existen con mi realidad mas material. Esta experiencia me insiste que las cosas son puertas de realidades mas profundas, realidades más amplias de lo que aparentan. Todo tiene una máscara, una fachada que te indica el color del viaje, la frecuencia en la que vibra pero esta puerta es solo un pedazo de su esencia, no hay acceso a una profundidad mayor. 

Hace unos días caminaba en Viejo San Juan y me di cuenta de que cada espacio colorido, cada tienda, cada puerta es un portal a otra realidad, a otra dimensión que co existe con la mía en este plano. Se hablan de mundos paralelos y no pensamos que existen aquí y ahora. Cada tienda por ejemplo un restaurante, tiene una forma de operar. Seres que se nutren de esa economía, gente que van todos los días a trabajar y hacen a veces, la misma secuencia de eventos. Preparar los alimentos, alinear la mesas, limpiar los pisos, cuadrar la caja, esperar por los clientes, hacer el chiste con el vecino del negocio del frente. A veces los hijos crecen en el negocio y ves la niña de 1 año llevando menús al cliente, se van moldeando a través de esta experiencia. De repente llegan clientes asiduos, se crean círculos de amistades que habitan semanalmente el lugar creando discusiones que proyectan proyectos, encuentros de relajación y alegría o solo se crea un espacio que convierten extraños en locales. Todos las fachadas son mas que lo que se ve con el ojo desnudo, cada mascara carga la historia de quien la hizo. Siempre hay un más adentro, una dimensión que co existe con lo de afuera y que no es revelada hasta que se conozca a profundidad, esa profundidad solo se conoce viviéndola.

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